martes, 6 de agosto de 2013

La dama de las seis en punto.

Lic. Alma Angelina Campos Uriarte
Se llamaba Lolita Santini, joven de piel blanca, de facciones medio raras, largas pestañas postizas, abundante melena negra, estatura regular, esbelta, caderas y cintura muy marcadas. 

Salía de paseo a pie, con su traje entallado y tacones muy altos, detrás caminaba su señora madre. Caminaba sobre la avenida principal, la Serdán. 

Era un espectáculo verla, caminaba despacio, en forma elegante, ondulando su cuerpo, mientras el viento jugueteaba con su cabellera, movimientos cadenciosos y provocativos, que se acentuaban al ser admirada por los caballeros de la época. 

Eran las seis en punto, la salida de los trabajos, se iniciaba el paseo de las parejas de novios y esposos a la iglesia de San Fernando y a los raspados de “La piña”.

Provocaba el enojo de las novias por que los chicos volteaban a verla, los pellizcos y jaloneos a los esposos, que admiraban su figura delineada por el vestido. Iniciaba su recorrido diario, a las seis en punto, partía de su domicilio que se ubicaba en la esquina de la calle 13 y Av. Abelardo L. Rodríguez.

En la esquina de la Serdán donde se encontraba  la nevería “El Oso Blanco”, lugar de reunión de beisbolistas, salían a la banqueta para admirarla, le chiflaban y decían piropos. No se sabía su destino porque no se detenía en ningún lugar, siempre con su señora madre caminando atrás de ella y regresaban de la misma forma.


Su forma extravagante de vestir motivado porque solía viajar a la Ciudad de México de visita a familiares y regresaba con la última moda o lo que usaban los artistas de la época. Fue un personaje guaymense admirado, que dejo huella y se le conoció como “la dama de las seis en punto”.