Por Ventura Cota y Borbón III
Ella iba vestida con un pantalón de mezclilla cuya vida útil desde hace mucho tiempo había rebasado lo permisible: rotos a la altura de las rodillas Una blusa floreada ya muy descolorida; por su parte, él llevaba un pantalón aterciopelado, color azul, muy desteñido y roto de la pantorrilla, que hacía “juego con una camiseta percudida y remataba con una gorra verde sin forma.
Se acercaron al refrigerador del establecimiento y él tomó un paquete de cerveza de ocho botellas o botes cuyo precio según decía la etiqueta, es de noventa pesos. En la canasta llevaban además del recién empacado bulto de contenido etílico, un paquete de arroz, una lata de chiles y un papel sanitario.
Ella le preguntó que si mejor no cambiaban la cerveza por frijol. Obvio, la respuesta no la reproduzco por que usted amable lector puede inferirla. Sin embargo, sumado a las malas palabras, él también le dijo que era posible el día de mañana –o sea hoy-, caería algo de “chamba” y podrían comprar el “resto” del mandado.
Y pensar que esa escena se repite miles de veces en miles de ciudades. Ni modo, hay ocasiones en que la pobreza, sumada a la ignorancia, se injerta en los “razonamientos” como el que antes menciono.
Me fijé bien en las personas para poder sacar conclusiones y por mala ventura, la gente que menos tiene es la que menos cuida. Cerveza por frijol ¡Bah!
Acápite: Comentarios bastantes negativos he escuchado respecto al aparatoso sistema de seguridad que se montó con motivo de la venida ayer del gobernador Padrés. ¿Cuál acercamiento? Debe estar bromeando el Gober, dijo uno.