miércoles, 28 de julio de 2010

La Razurada y un peso...

Por R'vuetan (anagrama)
Esta mañana, mientras me afeitaba -como dicen algunos-, vino a mi recuerdo la imagen de un señor de nombre Gerbasio Herrera a quien le decíamos por apodo "Bacho". Él vivía a un costado de la casa donde pasé gran parte de mi vida en la calle 10 -a las faldas del monumento del Benemérito de la Américas, don Benito Pablo Juárez García-, y era un tipo bonachón, de esos que el buen humor siempre estaba presente en su persona.

Cuando yo tenía unos diez u once años, me gustaba ver el ritual que hacía Bacho para razurarse. Sacaba un banquito como de una altura de 40 centímetros. Frente a él, a Bacho, ponía una especie de atril hecho especialmente para acomodar los instrumentos que usaría en la afeitada, tales eran: una brocha de mango de marfil con puntas redondas de pelos de camello, un pote amplio y alto en el cual colocaba el jabón de abundante espuma y agradable olor, un espejo enmarcado en fina madera de cedro y naturalmente, un estuche adornado con fina pedrería que dibujaba un caballo y cuyo contenido era una filosa navaja chapeada de oro.  (Todo eso lo supe cuando ya en edad adulta, Bacho mismo me lo platicó).

Comenzaba por hacer la espuma y con la brocha y finos movimientos, untaba la mezcla en sus mejillas, parte superior de los labios y en su "cogote", como él le decía a su garganta. Con un pulso envidiable -yo lo tengo de maraquero-, daba cuenta de la incipiente barba y en un "dos por tres", terminaba su primera ronda.

Repetía el ritual de enjabonarse la cara y ahora sí, me decía Bacho, "con cuidado hay que ´destroncar´ para que no le pique a la vieja...".

A mí, de chamaco todo eso me llamaba la atención y siempre que tenía oportunidad, acudía puntualmente a la cita de la razurada, porque Bacho era muy metódico y siempre se afeitaba a las cuatro de la tarde. Cuando no llegaba a verlo, por el cerco trasero me pegaba un grito y allí iba yo. "Para que aprendas a razurarte cuando seas grande, porque vas a ser muy peludo", siempre me decía...y le atinó.

Ese era Bacho mi vecino, quien lamentablemente murió de un infarto en su casa...Su cuerpo se lo llevaron a Hermosillo y hasta allá lo acompañé. Viéndolo a él y a mi padre aprendí el oficio de asearme la cara con las famosas razuradas...

Un peso...
Ayer, mientras esperaba el democrático transporte urbano, veía a una persona como de unos 50 años, de ropas humildes y rostro cansado. De pronto se me acercó y tímidamente me pidió un peso, "...para completar el pasaje del camión...", me dijo.

Saqué de mi bolsillo una moneda de dos pesos y se la di. De inmediato y después de agradecerme, se montó en un camión Circunvalación amarillo y se perdió en el anonimato de la ciudad.

Lo entendí, con esta crisis hay ocasiones en que a veces no completamos ni para comprar tortillas y la necesidad de transportarse de esa persona fue mucha, tanta al atreverse (lo vi con mucha pena cuando me solicitó el peso) a pedir una moneda porque seguramente irse a pie hasta su casa era definitivamente imposible por la distancia.

En ese momento en que se subió al camión, mentalmente reflexioné y me acordé de la progenitora de muchos políticos, especialmente de la de Felipe Calderón y de la del Sr. Ernesto Cordero, Secretario de Hacienda, quien anunció -seguramente con mucha vergüenza-, que en este año se incrementaron la cifra de pobres en casi seis millones más...Sin palabras...

Buenos y razurados días...Dios los bendiga a todos y a mí que no me olvide.