miércoles, 2 de junio de 2010

Tres... ¿cotidianidades?

Por R'vuetan (anagrama)
Detención
Ayer poco antes de las 18 horas, mientras me trasladaba de mi trabajo al hogar, en el semáforo del cruce del Mc Donalds me le emparejé a la patrulla de policía No. 4. En la caja iba un agente de gran corpulencia custodiando a un menor a quien naturalmente lo llevaban en calidad de detenido.

De pronto la mirada del menor coincidió con la mía y surgió una conversación en silencio, sin exagerar, como una especie de telepatía. Moví mi cara en señal de saludo. Para mi sorpresa, el chamaco (de unos 17 ó 18 años) contestó de la misma forma, y lo hizo sin soberbia, más bien noté en su gesto una especie de súplica.

Con un mohín que puede interpretarse como de cuestionamiento, le preguntaba el porqué de su aprehensión. Sus labios me indicaron que daba por hecho que era obvio la comisión de un delito. Simplemente, abrí mis manos diciéndole: ni modo...El morro después agachó la cabeza en señal de ¿resignación o podría ser de arrepentimiento?
Yo me preguntó ¿dónde están sus padres?, ¿saben que en ese momento él iba rumbo a una celda?, ¿qué motivos tuvo para delinquir?, ¿él solo debe cargar con esa culpa?

Señores padres de familias seamos más responsables de nuestros hijos. No basta con engendrarlos y tirarlos a su suerte. Ese joven por lo pronto y ojalá me equivoque, es ya carne de prisión y posiblemente en un futuro muy cercano sea el asesino o narcotraficante de la esquina.

Don Domingo
Mi tío Arturo nos contaba una historia chusca que sucedió en su pueblo Agiabampo. Cuenta que había un viejecito llamado Domingo quien carecía totalmente de su vista. Don Domingo tenía la costumbre de ir a diario a la iglesia cercana a su choza. Cuando salía, un grupo de vagos le seguía silenciosamente hasta el templo y cuando don Domingo entraba y se hincaba para rezar, uno de los mozalbetes tomaba una vara de mezquite muy larga y la punta de la misma la restregaba contra excremento fresco, impregnándola de tan mefítico hedor.

Comenzaba el rezo el viejo y mientras tanto, la punta de la rama se le acercaba y alejaba en ritmos intercalados a la nariz y sucedía lo siguiente:
"Santa María, madre de Dios... ¡fuchi como apesta a mierda...! (sic) ....ruega por nosotros los pecadores... ¡fuchi como apesta a mierda...! (sic)...".
Sin palabras...

Comida para cabras
En mi caminata matutina de hoy me aventuré a entrar más hacia el monte. Cuando regresaba, casi para salir de la falda del cerro, me encontré a un señor que traía una carretilla llena de quelites frescos. Le di los buenos días y le pregunté para qué usaba ese hato de hierbas.

Amablemente se detuvo y me contestó que tiene unas 12 cabras y ese era su alimento: "Está cabrón (sic) comprarles otro tipo de alimentos...además nada me cuesta irlo a cortar al monte, allí hay mucho...".

Yo continué mi camino y él, el suyo...

Buenos y estiercoleros días...