
Antes lo hacía por las tardes, pero de una semana a la fecha lo he estado haciendo por las mañanas. Y es que caminar es un ejercicio que requiere -al menos para mí-, de grandes sacrificios por que soy un sedentario en grado superlativo. Ser un trashumante nunca ha sido mi principal virtud.
Lo difícil no es despertar a las 5 AM, lo duro de esto es levantarse, despabilarse, enguajarse la bocina (boca), hacer unos pocos de estiramientos o calistenias y emprender la caminata.
De dos días a la fecha, las mañanas han estado un poco frías y eso ayuda a que el ritmo del paso sea más uniforme sin que se sienta molestia por el calor natural que produce el cuerpo.
Las montañas que me resguardan del Sol a esa hora también sirven de estímulo para no flojear en el paso. Se puede escuchar con claridad cantos de gallos (vivo en un área de Guaymas Norte donde hay aún muchos animalitos de rancho), el trino de los pájaros, el ladrido de uno que otro perro despistado y hoy hasta presencié una singular persecución: un can persiguiendo a un zorrillo.
Durante el matutino paseo, se puede respirar profundamente y soltar el aire con lentitud. Eso ayuda, según los que saben de ejercicios respiratorios, para oxigenar el cerebro, que en el caso personal lo requiero mucho porque la suatez de un tiempo a la fecha se ha aposentado en mí.
Caminar es una actividad que no cuesta nada y sí nos produce beneficios muy halagüeños. Hacerlo temprano por las mañanas sirve incluso para que el optimismo haga presa de quien emprende esos paseos. Lo importante de esto, es no tomarlos como una obligación forzosa, sino hacerlo con gusto y el beneficio es doble.
En fin, una vez que llego de mi andar, me pongo a limpiar mi patio, a regar los árboles -cuando hay agua-, a recoger las heces fecales de mi par de mascotas, juntar las hojas secas y finalmente, tomarme mi té de siempre.
Caminar no lo hago para buscar obtener una figura estética, sino mejorar mi ritmo cardiaco y mi condición física, misma que estaba al borde de la sima. Desde hace algún tiempo que me convertí en un podómetro bípedo, todo ha cambiado y en un futuro cercano no pierdo la esperanza de ir a la playa a mojarme la moyera tal y como lo hacía cuando era un chaval y el mar no me asfixiaba.
Pronto espero convencer a mi esposa para que me acompañe en esas actividades matutinas. Por lo pronto lo hago sólo en compañía de Dios.
Amigos lectores, caminen y si ya lo hacen, hagan caso omiso de esta invitación.
Buenos, saludables y nómadas días...