jueves, 22 de noviembre de 2007

"El vengador de la noche"

Por: Ventura Cota y Borbón III
Hace días estaba revisando mi archivo personal para depurarlo y eliminar lo que ya no me sirviera, y entre otras cosas creo yo importantes, me encontré un fólder que contenía una cronología de los hechos presuntamente efectuados por un “ocurrente”, por decirle de algún modo, hace ya poco más de ocho años y que mantuvo a delincuentes, policía y sociedad en ascuas. Les cuento.
La carta estaba fechada el 5 de junio de 1999. Lo que más acaparó mi atención fue lo inusual de la misma. No se puede decir que era anónima, puesto que la firmaba, obvio con un seudónimo alguien que se autodenominó “El vengador de la noche”.
En esa carta decía literalmente que debido a que padecía desde hacía tiempo de un fulminante cáncer y estaba en etapa terminal, había tomado la decisión de “limpiar” un poco de lacras a la sociedad, es decir, tomar la justicia en sus manos ante la incapacidad o tolerancia de los encargados de hacerlo.
En ese mensaje decía que era proctólogo y médico cirujano de profesión. Al parecer el autor era una persona bien preparada porque el tipo de redacción y expresiones que usó en dicha epístola así lo hacían ver, excepto que puso cacería con “z”, una pequeña falta ortográfica, en todo lo demás estaba correcto.
Comentaba que su origen era del norte de la república, de Laredo y que no era la primera vez que utilizaría la justicia en sus manos para defender al pueblo de malvivientes. Agrega que allá por los años ochentas, apareció por vez primera y que entonces se le conoció como el Rambo mexicano en alusión a la recién estrenada cinta de Stalone, argumentando que en ese tiempo el mal del cáncer aún no estaba en su cuerpo.
Esa carta se la hizo llegar al profesor Alejandro Ramírez Cisneros a la radio y el mentor la publicó en su columna en La Voz del Puerto.
Según narra el profesor Ramírez, una vez que la dio a conocer, empezó a crecer la fama del presunto vengador y hasta retos le lanzaban los malandrines. Todo eso lo recuerdo muy bien porque le seguí la huella al suceso.
Incluso se llegó a decir –porque lo publicaron otros medios impresos e incluso televisivos del estado-, que había iniciado con los ataques de manera constante y que su primera víctima fue un malhechor de la colonia Golondrinas. El profesor fue citado por las autoridades para que declarara al respecto, sobre la carta mencionada.
Dice la vox populi que el citado personaje, “El vengador de la noche”, hacía su aparición una vez que las sombras cubrían a las calles. Hubo quienes aseguraron que lo vieron y usaba una capa blanca y un sombrero del mismo color. Empleaba como únicas armas sus manos, ya que tenía conocimiento de las artes marciales y con éstas sometía a sus elegidos para “rehabilitarlos” a golpes.
La Policía jamás lo pudo aprehender, de hecho jamás lo vieron. Pero lo que sí es una verdad inmensa, es que en aquella época a raíz de la aparición del médico vengador, los delitos empezaron a disminuir un poco. Los malandrines se agazaparon e intentaron en grupo –solos son cobardes-, localizar al Rambo mexicano no logrando nunca éxito alguno.
Psicológicamente sometió durante un tiempo a esos pillos, incluida a las fuerzas policíacas ya que por doquier brotaban noticias sobre su presunta aparición en donde se le ocupaba, sobre todo en barrios conflictivos y apaciguaba a los delincuentes.
Desafortunadamente el gusto duro poco, porque al tiempo a través del mismo medio –profesor Ramírez-, envió otra carta disculpándose diciendo que todo fue una broma y que al crecer todo como una bola de nieve sintió temor y optó por terminar con todo. Pero que lo hizo por la incapacidad de las autoridades de poner freno a tanto desmán, venta de drogas, robo de carros, etc.
Mientras duró fue bueno para todos. Los malandrines se cuidaban de no caer en las manos del vengador de la noche y eso redundó en seguridad para la sociedad. Una parte pequeña de nuestra historia como pueblo creyente en todo.